A ver. Botemos tensiones. Mañana es uno de los días más importantes de mi vida universitaria. Es mi oportunidad de salvar el semestre (basado en pobres resultados) con un promedio que me dejaría prácticamente al otro lado. Es la hora. Es el momento.
He esperado 2 largas semanas para esto y ahora es mi hora. Mañana es el examen de cálculo. Mañana es mi momento de demostrarle a todos que me la puedo. Mañana sabré si soy un ganador o un perdedor. Mañana quedará demostrado si soy capaz de seguir estudiando lo mismo.
¡Vamos, mierda!
9 y media de la mañana. Un sol infernal. Despejado. "Por la chucha", pienso, "se viene el apocalipsis". ¿Calentamiento global? ¡Las pelotas! Echándole la culpa del calor a algo que no existe. 40 grados de calor allá afuera. 50 grados acá en la sala. Un verdadero concurso de poleras mojadas y frentes chorreando sudor. ¿Y la ventilación? "Se cortó un cable", dijo el tío de las llaves, que en el fondo la lleva en todo esto. No vale la pena abrir las ventanas. No corre ni siquiera un soplido de viento.
Y la profe pasando el método de demostración por inducción. ¡Desubicada!
El agua escasea. La universidad parece pueblucho desierto de película apocalíptica gringa. Un verdadero desierto. Como si quedarse en la casa ayudara a capear el calor.
Calor + clases = Fome. Otra vez me voy.
"¡Temperatura récord!", vocifera el hueón del Felipe Camiroaga en el matinal de Chile. "Ideal para comerse un mem-bri-llo", dice el Lindorfo en el canal de al lado. Auto-hueveo. El mundo con calor se vuelve loco.
"Pague y después retire", reza el letrero pegado en el refrigerador plagado de bebidas. Mi salvación. "Una Coca Cola", le digo a la vendedora. Pago, retiro y me voy.
¿Qué hago ahora? ¿Subo? ¿A un cuarto piso, sin ascensor y con 50 grados de calor? ¡Ni cagando! A no ser que empiece a flotar como Carlitox. Estoy esperando que aparezca ese payaso ql por alguna parte (puede ser por estas rejillas que están al lado de las escaleras) y me diga "TODOS FLOTAN...¡Y TÚ TAMBIÉN FLOTARÁS!", pero nada. Emprendo mi rumbo haca las escaleras y subo al cuarto piso, con Coca Cola en mano.
Me siento en el piso y espero. A la profe o a alguno de los cabros para entrar. Ni ahí con los pendejos agrandados de primer año.
Me siento y leo el diario. ¿Nadie pronosticó esta hueá? "Santiago. Hoy: 8/27", dice La Hora. "9/26", dice el Publimetro. Puras mentiras. Con razón las hueás son gratis. ¿Y mañana qué va a decir la portada? "¡Nos sorprendió el calentamiento global!". Otra vez echándole la culpa al calentamiento global...
Y la profe pasando el método de demostración por inducción. ¡Desubicada!
El agua escasea. La universidad parece pueblucho desierto de película apocalíptica gringa. Un verdadero desierto. Como si quedarse en la casa ayudara a capear el calor.
Calor + clases = Fome. Otra vez me voy.
"¡Temperatura récord!", vocifera el hueón del Felipe Camiroaga en el matinal de Chile. "Ideal para comerse un mem-bri-llo", dice el Lindorfo en el canal de al lado. Auto-hueveo. El mundo con calor se vuelve loco.
"Pague y después retire", reza el letrero pegado en el refrigerador plagado de bebidas. Mi salvación. "Una Coca Cola", le digo a la vendedora. Pago, retiro y me voy.
¿Qué hago ahora? ¿Subo? ¿A un cuarto piso, sin ascensor y con 50 grados de calor? ¡Ni cagando! A no ser que empiece a flotar como Carlitox. Estoy esperando que aparezca ese payaso ql por alguna parte (puede ser por estas rejillas que están al lado de las escaleras) y me diga "TODOS FLOTAN...¡Y TÚ TAMBIÉN FLOTARÁS!", pero nada. Emprendo mi rumbo haca las escaleras y subo al cuarto piso, con Coca Cola en mano.
Me siento en el piso y espero. A la profe o a alguno de los cabros para entrar. Ni ahí con los pendejos agrandados de primer año.
Me siento y leo el diario. ¿Nadie pronosticó esta hueá? "Santiago. Hoy: 8/27", dice La Hora. "9/26", dice el Publimetro. Puras mentiras. Con razón las hueás son gratis. ¿Y mañana qué va a decir la portada? "¡Nos sorprendió el calentamiento global!". Otra vez echándole la culpa al calentamiento global...
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